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Los gigantes de hielo (libre)
3 participantes
Terrarium :: TERRARIUM :: Lossëgardh
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Los gigantes de hielo (libre)
No terminaba de entender porque motivo no había nadie más a quien pudieran mandar para éste trabajo, pero bueno, ya lo había tomado. Con lo que odio el frío me había internado en la zona más helada de toda terranium, bajo órdenes directas de mi padre. No me gustaba la idea pero supongo que por algún motivo lo hizo. No sabía si el inminente encuentro con unos lobos gigantes asesinos estaba incluído en su plan pero ¡Ha! Allí estaban. A pocos metros y devorando los restos de la mitad de mi caravana. Los cuatro restantes estábamos junto a la carroza sujetando nuestras armas, espalda contra espalda contra espalda contra espalda mientras nos cubríamos mutuamente de los ataques y repentinos saltos de los lobos.
- ¿Cuantos son? - exclamó uno que sostenía una espada a dos manos. No habíamos tenido tiempo de contarlos. En medio de la ventisca había visto un par de ellos de cerca pero no podía estar seguro. Uno de ellos consiguió dejarme un zarpazo en el brazo mientras intentaba “analizar la situación”. Suele funcionar, pero había veces en las que me convendría prescindir de este paso.
- No puedo... - trató de responderle uno, mientras miraba a su alrededor tratando de distinguir entre la ventisca alguna silueta que diera alguna pista de donde debía apuntar su arco. Yo sujetaba una ballesta apuntando a la nada, intentando visualizar algo con mi visión periférica.
- Ya sabemos en que direccion queda el reino, si corremos tal vez podamos llegar a las puertas. - le interrumpió el mayor de los presentes. Tenía algo de razón, nuestras posibilidades eran mucho mejores allá que acá. Había que intentar. - Corran sin separarse - gritó luego comenzando a correr a lo que nosotros le seguimos.
Podía oír los veloces pasos de las bestias golpear el suelo en los alrededores junto con de mis compañeros, cuyas siluetas apenas podía distinguir. Repentinamente una de éstas desapareció, y fue reemplazada por un alarido de dolor. No había mucho que pudiese hacer. Supuse lo peor y me limité a seguir corriendo mientras sujetaba firmemente mi ballesta y maldecía el estúpido encargo. ¿No se pudo hacer en alguna otra época del año?.
Aceleré el paso mientras luchaba por mantener la vista fija entre tanta nieve que me golpeaba los ojos. Súbitamente sentí como alguien se impactaba contra mi hombro y con el suyo con tal fuerza que me hizo caer a un par de metros de distancia. Una vez en el suelo dirigí la vista hacia el lugar donde me había impactado y vi con relativa claridad a uno de los lobos devorar a uno de mis compañeros. Seguramente le había golpeado por el costado, haciendo que me aviente durante la caída. Intenté contener el aliento para levantarme rápidamente y retomar mi carrera pero sin querer solté un pequeño estornudo que fue lo suficientemente fuerte para captar la atención del monstruo.
Un instante después estaba saltando hacia mí a lo que yo en un acto reflejo le disparé con la ballesta que aún tenía conmigo mientras me arrastraba hacia atrás. Golpeó el suelo casi cayendo sobre mí. Pensé en patearlo para ver si seguía vivo pero me recordé que probablemente no era el único en los alrededores. Me levanté rápidamente y de un vuelo volví a emprender la carrera susurrando maldiciones. Ya no estaba tan lejos de las puertas pero no podía confiarme, y la ballesta me sería inútil si no podía detenerme a recargarla así que la hice rodear mi cuerpo con la correa que llevaba y la dejé aferrada a mi espalda para luego sacar las dos espadas que colgaban de mi cinto. Esperaba que el último de mis compañeros hubiese alcanzado ya las puertas.
- ¿Cuantos son? - exclamó uno que sostenía una espada a dos manos. No habíamos tenido tiempo de contarlos. En medio de la ventisca había visto un par de ellos de cerca pero no podía estar seguro. Uno de ellos consiguió dejarme un zarpazo en el brazo mientras intentaba “analizar la situación”. Suele funcionar, pero había veces en las que me convendría prescindir de este paso.
- No puedo... - trató de responderle uno, mientras miraba a su alrededor tratando de distinguir entre la ventisca alguna silueta que diera alguna pista de donde debía apuntar su arco. Yo sujetaba una ballesta apuntando a la nada, intentando visualizar algo con mi visión periférica.
- Ya sabemos en que direccion queda el reino, si corremos tal vez podamos llegar a las puertas. - le interrumpió el mayor de los presentes. Tenía algo de razón, nuestras posibilidades eran mucho mejores allá que acá. Había que intentar. - Corran sin separarse - gritó luego comenzando a correr a lo que nosotros le seguimos.
Podía oír los veloces pasos de las bestias golpear el suelo en los alrededores junto con de mis compañeros, cuyas siluetas apenas podía distinguir. Repentinamente una de éstas desapareció, y fue reemplazada por un alarido de dolor. No había mucho que pudiese hacer. Supuse lo peor y me limité a seguir corriendo mientras sujetaba firmemente mi ballesta y maldecía el estúpido encargo. ¿No se pudo hacer en alguna otra época del año?.
Aceleré el paso mientras luchaba por mantener la vista fija entre tanta nieve que me golpeaba los ojos. Súbitamente sentí como alguien se impactaba contra mi hombro y con el suyo con tal fuerza que me hizo caer a un par de metros de distancia. Una vez en el suelo dirigí la vista hacia el lugar donde me había impactado y vi con relativa claridad a uno de los lobos devorar a uno de mis compañeros. Seguramente le había golpeado por el costado, haciendo que me aviente durante la caída. Intenté contener el aliento para levantarme rápidamente y retomar mi carrera pero sin querer solté un pequeño estornudo que fue lo suficientemente fuerte para captar la atención del monstruo.
Un instante después estaba saltando hacia mí a lo que yo en un acto reflejo le disparé con la ballesta que aún tenía conmigo mientras me arrastraba hacia atrás. Golpeó el suelo casi cayendo sobre mí. Pensé en patearlo para ver si seguía vivo pero me recordé que probablemente no era el único en los alrededores. Me levanté rápidamente y de un vuelo volví a emprender la carrera susurrando maldiciones. Ya no estaba tan lejos de las puertas pero no podía confiarme, y la ballesta me sería inútil si no podía detenerme a recargarla así que la hice rodear mi cuerpo con la correa que llevaba y la dejé aferrada a mi espalda para luego sacar las dos espadas que colgaban de mi cinto. Esperaba que el último de mis compañeros hubiese alcanzado ya las puertas.
off: bueno, el hilo es libre así que ahí eligen ustedes lo que quieran agregarle para entrar xD
Gawain Shinra- Caballero
- Mensajes : 2
Re: Los gigantes de hielo (libre)
Éste era una de esos días en los que el frío del invierno era tan cruel que parecía que poco podía calentarnos. Se debía sobre todo a la ventisca de nieve y muchos de los habitantes del reino se habían resguardado en sus hogares así que las calles se encontraban completamente vacías.
Por desgracia yo no podía hacer lo mismo, habían llegado a mis oídos los rumores de una manada de lobos rondando las afueras de la ciudad y, a pesar de que era prácticamente imposible que atravesaran las murallas, me preocupaba el hecho de que pocas horas antes de que arreciara la ventisca había salido un pequeño grupo de exploración en su búsqueda.
Apresuré el galope de mi semental, un hermoso pura sangre negro que mi madre me había regalado cuando apenas era un potrillo, y procuré aferrarme a su cuerpo para mantenerme cubierta de la nieve que se volvía cada vez más espesa. Detrás de mí cabalgaban tres guardias de los que no me pude deshacer pero a los cuales agradecía su compañía… después de todo ir sola podría ser una misión completamente suicida con éste clima y sería completamente ilógico que dejaran ir sola a su princesa.
Sentía el frío cortando la piel de mis mejillas y colándose en mis manos, a pesar de los guantes de piel que las cubrían, pero no podía poner atención a las pequeñas incomodidades que pudiera sufrir mi cuerpo.
- ¡Antorcha!- grité cuando estaba lo suficientemente cerca de la gran puerta que se abrió en cuanto nos vieron llegar y estiré mi brazo derecho para recibir el objeto que emanaba un fuego cálido y que no tardaría en apagarse si no cuidaba de ella.
A lo lejos se dejó oir un lamento canino que se elevó por los aires e hizo hervir mi sangre (No por nada los lobos pertenecían al frío tanto como los propios Hrívë) y me hizo temer lo peor, así que volví a apresurar a Tormenta negra.
No puedo decir el tiempo exacto que avanzamos a todo galope, quizás transcurrieron sólo minutos, pero de un momento a otro mis ojos visualizaron una silueta entre la nieve. Estaba cerca, lo suficiente como para saber que se encontraba ahí pero no para distinguir de quién se trataba. La tormenta era muy espesa y el fuego de mi antorcha ya se había extinguido.
Lo que parecía ser un hombre corría hacia nosotros y detrás de él se podía ver una sombra más baja y ágil que estaba por darle alcance… eran sólo tres metros la distancia que había entre ellos y nosotros pero ya sabía yo el desenlace de la historia si no hacíamos algo al respecto.
- ¡Guillermo!- grité a uno de mis guardias, pero él ya se había anticipado a mis necesidades y la flecha que había lanzado rozó ligeramente el costado de la capucha que cubría mi cabeza antes de que ésta se clavara sobre la peluda piel del lobo que pisaba los talones del hombre.
Tormenta negra relinchó y levantó sus patas delanteras cuando jalé las riendas para que se detuviera. Paramos tan cerca del hombre que temí que lo golpeara al caer, pero por fortuna no lo hizo.
La flecha había sido tan certera que el lobo había caído sobre la nieve, con la flecha clavada cuello, y aquel suelo blanquecino comenzó a cubrirse de carmín.
- ¡Malditos lobos!- gruñó otro de mis acompañantes antes de bajar del caballo y acercarse al muchacho que habíamos logrado salvar.
Ahora que podíamos verlo más de cerca nos era fácil decir que no era uno de nosotros.
- ¿Quién eres muchacho?- preguntó el guardia con tono arisco.
Por desgracia yo no podía hacer lo mismo, habían llegado a mis oídos los rumores de una manada de lobos rondando las afueras de la ciudad y, a pesar de que era prácticamente imposible que atravesaran las murallas, me preocupaba el hecho de que pocas horas antes de que arreciara la ventisca había salido un pequeño grupo de exploración en su búsqueda.
Apresuré el galope de mi semental, un hermoso pura sangre negro que mi madre me había regalado cuando apenas era un potrillo, y procuré aferrarme a su cuerpo para mantenerme cubierta de la nieve que se volvía cada vez más espesa. Detrás de mí cabalgaban tres guardias de los que no me pude deshacer pero a los cuales agradecía su compañía… después de todo ir sola podría ser una misión completamente suicida con éste clima y sería completamente ilógico que dejaran ir sola a su princesa.
Sentía el frío cortando la piel de mis mejillas y colándose en mis manos, a pesar de los guantes de piel que las cubrían, pero no podía poner atención a las pequeñas incomodidades que pudiera sufrir mi cuerpo.
- ¡Antorcha!- grité cuando estaba lo suficientemente cerca de la gran puerta que se abrió en cuanto nos vieron llegar y estiré mi brazo derecho para recibir el objeto que emanaba un fuego cálido y que no tardaría en apagarse si no cuidaba de ella.
A lo lejos se dejó oir un lamento canino que se elevó por los aires e hizo hervir mi sangre (No por nada los lobos pertenecían al frío tanto como los propios Hrívë) y me hizo temer lo peor, así que volví a apresurar a Tormenta negra.
No puedo decir el tiempo exacto que avanzamos a todo galope, quizás transcurrieron sólo minutos, pero de un momento a otro mis ojos visualizaron una silueta entre la nieve. Estaba cerca, lo suficiente como para saber que se encontraba ahí pero no para distinguir de quién se trataba. La tormenta era muy espesa y el fuego de mi antorcha ya se había extinguido.
Lo que parecía ser un hombre corría hacia nosotros y detrás de él se podía ver una sombra más baja y ágil que estaba por darle alcance… eran sólo tres metros la distancia que había entre ellos y nosotros pero ya sabía yo el desenlace de la historia si no hacíamos algo al respecto.
- ¡Guillermo!- grité a uno de mis guardias, pero él ya se había anticipado a mis necesidades y la flecha que había lanzado rozó ligeramente el costado de la capucha que cubría mi cabeza antes de que ésta se clavara sobre la peluda piel del lobo que pisaba los talones del hombre.
Tormenta negra relinchó y levantó sus patas delanteras cuando jalé las riendas para que se detuviera. Paramos tan cerca del hombre que temí que lo golpeara al caer, pero por fortuna no lo hizo.
La flecha había sido tan certera que el lobo había caído sobre la nieve, con la flecha clavada cuello, y aquel suelo blanquecino comenzó a cubrirse de carmín.
- ¡Malditos lobos!- gruñó otro de mis acompañantes antes de bajar del caballo y acercarse al muchacho que habíamos logrado salvar.
Ahora que podíamos verlo más de cerca nos era fácil decir que no era uno de nosotros.
- ¿Quién eres muchacho?- preguntó el guardia con tono arisco.
Raine- Princesa
- Mensajes : 8
Re: Los gigantes de hielo (libre)
La adrenalina corre y a veces el tiempo parece correr a la vez, extremadamente lento y rápido cual destello; en uno de esos momentos en que pareciera que todo al rededor se detiene, aquel momento en que uno parece ser capaz de ver con claridad el movimiento de un copo de nieve al azar, en ese momento, y por un instante, los jinetes o por lo menos uno de ellos tiene la impresion de ver una silueta oscura e inmovil entre la ventizca pero de cuya atención restaría importancia la súbita aparición de otras siluetas mucho más agetreadas y directo al frente. Parece ser un hombre huyendo de otra silueta que dista de ser pequeña y por tanto, ésa debe ser la figura de un lobo.
Pero el tiempo corre y con nueva compañía o no, los lobos cazan en jaurías y raramente se detienen si uno de los suyos cae, muchomenos cuando la presa ya ha sido acorralada y centrada.
Aullidos?, no, gruñidos es lo que se alcanza a escuchar entre la ventizca pues la vista no es la única afectada, tambien el contínuo golpeteo de poderosas patas hacen presente, a pesar de la densa nieve, que la manada los rodea y los caballos ahora conscientes del pelígro comienzan a alterarse y alzarse sobre sus patas traceras.
Pero el tiempo corre y con nueva compañía o no, los lobos cazan en jaurías y raramente se detienen si uno de los suyos cae, muchomenos cuando la presa ya ha sido acorralada y centrada.
Aullidos?, no, gruñidos es lo que se alcanza a escuchar entre la ventizca pues la vista no es la única afectada, tambien el contínuo golpeteo de poderosas patas hacen presente, a pesar de la densa nieve, que la manada los rodea y los caballos ahora conscientes del pelígro comienzan a alterarse y alzarse sobre sus patas traceras.
- Dato Cultural:
- Bueno como dato cultural, los lobos "normales" suelen medir entre 60 a 90 cm de altura de los pies hasta sus hombros y alzarse aún más cuando levantan sus cabezas, eso es en promedio, también se les puede encontrar mas grande y el largo de sus cuerpos desde el hocico hasta la punta de la cola es de poco más del doble de su altura, es decir, 2m.
En promedio, el humano mide 1.75m de altura.
No se si son lobos Goliat, pero se les describe fácilmente comparables con el tamaño de un caballo pequeño. Si tomamos eso como referencia, los poneys miden 1.50m hasta la cruz (punto donde se unen el cuello con la espalda) y claro, alzando sus cabezas son aún más altos. Si lo pasamos a proporciones de un lobo: 1.50m de las patas al hombro y 3.0m~3.20m del hocico hasta la punta de sus colas. (Existen otras razas de poneys como los célticos son los más pequeños entre todos los caballos y alcanzan hasta 106cm hasta la cruz pero considero yo que 90 cm de un lobo nórdico a 106 cm de un poney célta ya no es ta impresionante la diferencia y no creo se merecieran el nombre "Goliat" XD pero bueno eso lo preguntare a los admins)
Eso significa que si son lobos normales por lo menos han de llegar a la cintura de un hombre mientras corren pero más grandes que un hombre promedio (imaginarse animales tan altos como los Gran Danés pero más largos y corpulentos). Pero si se trata de lobos Goliat, serían méndigas creaturas que fácilmente llegan a los hombros de un hombre mientras corren y con facílidad superan la altura de un hombre promedio cuando alzan sus cabezas sin olvidar que un cuarto habitación le quedaría apretado a uno de estos enormes lobos.
En fín, pongo esto sólo para dimensionar un poco pues en la tele y películas los lobos se ven pequeños y lejos de imponer como lo hace cualquier bestia cuya altura supere tu cintura sin contar el volúmen extra de un grueso pelaje
Vladimir Morwen- Caballero de la muerte
- Mensajes : 5
Terrarium :: TERRARIUM :: Lossëgardh
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